
El cabalista francés vio en esta carta el símbolo de la influencia divina sobre el ser humano, pero, al mismo tiempo, al hombre renovado que asume las prerrogativas del Creador, y a la naturaleza que se recrea a sí misma. Papus relaciona El Carro con la letra hebrea zain, jeroglífico de una saeta, de donde viene la idea de arma, de instrumento útil para vencer en la batalla, lograr los propios objetivos y conservar el poder. Así, esta figura representa la victoria en todos los ámbitos.
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