Una mujer con los ojos vendados está sentada en un trono. Lleva una corona adornada con puntas de lanza. En la mano izquierda sostiene la balanza con la que pesa las acciones individuales, y en la derecha empuña la espada de la expiación de las culpas. J.B. Pitois afirmaba que esta carta invita a buscar en las acciones cotidianas el equilibrio entre las fuerzas contrarias con la finalidad de templarlas y anularlas, puesto que “todo porvenir oscila entre el bien y el mal”. Este pensamiento contrasta intensamente con otras ideas más ortodoxas acerca de la justicia.
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