
El esoterista suizo hace notar que la constelación de Cáncer, domicilio de la Luna, marca el inicio del declive del Sol en su recorrido celeste. Por analogía, el cangrejo favorece el retorno hacia uno mismo, como si en el cenagal del alma se agitase el crustáceo purificador. También los perros tiene una correspondencia astrológica en las constelaciones del Can Mayor y del Can Menor, pues, simbólicamente, son los centinelas que nos advierten de los peligros que acechan en las regiones prohibidas de la mente. Las torres señalan los límites más allá de los cuales el iniciado deberá soportar durísimas pruebas.
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