La carta del Ermitaño plantea un giro absoluto en el proceso de crecimiento del individuo que se traduce en la búsqueda interior. Así, si la presencia de arcanos anteriores indica que el hombre ha ido forjando su personalidad hasta alcanzar un notable conocimiento de las leyes que rigen la vida, tanto personal como social, al penetrar en el arcano IX el joven vuelve la vista hacia su fuero interno, pues ha de descubrir quien es en realidad.
El Ermitaño representa al hombre que ha alcanzado la madurez psicológica, entendida ésta como un estadio evolutivo que pueda llegar a cualquier edad, en el que la persona siente que los logros humanos y sociales conquistados hasta el momento son insuficientes para alcanzar la plena madurez; por tanto, decide orientar su vida hacia un nuevo objetivo: el conocimiento del espíritu.
Este arcano es la imagen simbólica de Saturno o Cronos, el señor del tiempo que devora a sus hijos en la mitología clásica, y nos habla de la ley por la cual todo aquel que entre en el juego de la vida en cualquier línea temporal está sujeto a los cambios producidos por su transcurrir y, por tanto, a la vejez y la muerte. Asimismo, está vinculado a la imagen del filósofo griego Diógenes, que caminaba a pleno día con una linterna encendida exclamando: “Busco a un hombre”; y es que el Ermitaño representa esa búsqueda que conduce al hombre hasta su verdadera meta, la de convertirse, gracias a la intervención de la “lámpara del espíritu”, en un verdadero hombre.
El Ermitaño representa al hombre que ha alcanzado la madurez psicológica, entendida ésta como un estadio evolutivo que pueda llegar a cualquier edad, en el que la persona siente que los logros humanos y sociales conquistados hasta el momento son insuficientes para alcanzar la plena madurez; por tanto, decide orientar su vida hacia un nuevo objetivo: el conocimiento del espíritu.
Este arcano es la imagen simbólica de Saturno o Cronos, el señor del tiempo que devora a sus hijos en la mitología clásica, y nos habla de la ley por la cual todo aquel que entre en el juego de la vida en cualquier línea temporal está sujeto a los cambios producidos por su transcurrir y, por tanto, a la vejez y la muerte. Asimismo, está vinculado a la imagen del filósofo griego Diógenes, que caminaba a pleno día con una linterna encendida exclamando: “Busco a un hombre”; y es que el Ermitaño representa esa búsqueda que conduce al hombre hasta su verdadera meta, la de convertirse, gracias a la intervención de la “lámpara del espíritu”, en un verdadero hombre.
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