El esoterista suizo, que se hallaba impregnado del idealismo masónico, explicó que la joven pareja que se encuentra en el centro de un círculo de flores es el símbolo del alma individual unida al espíritu. De dimensión reducida, esta doble figura refleja la armonía que rodeará a una humanidad regenerada por los rayos de la “religión del Sol profesada por los sabios”, es decir, los discípulos de Hermes. Cuando esto se produzca, una fina lluvia de oro, símbolo de la luz sobrenatural, enriquecerá los espíritus, vivificará los cuerpos y dará calor a las almas, restaurando así el Edén perdido y la felicidad universal sobre la tierra.
miércoles, 2 de febrero de 2011
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